Por: Carlos Julian León Carrillo
Publicista – Master en Asesoramiento de
imagen y Consultoría Política U. Camilo José Cela.
En cada proceso electoral, con base en mi experiencia, el escenario político se transforma en una cancha de fútbol. No es una comparación casual: la pasión, la estrategia, los tiempos, las normas y hasta las hinchadas se entrelazan en ambos mundos con una semejanza interesante, que nos permite aterrizar de manera sencilla la labor de la consultoría para el cliente primario, es decir para hacer la compresión de los procesos electorales más fácil, y más sencillo a la hora de encontrar errores en las campañas políticas, pues hacer política en tiempos de campaña es como jugar un torneo de fútbol en barrio bravo, con árbitro comprado, hinchada furiosa, y donde hasta el aguatero quiere ser influencer.
He participado, como consultor político en distintos terrenos locales y departamentales, y a lo largo de década y media, he aprendido que entender una campaña como un campeonato deportivo no solo enriquece la forma en que planificamos, comunicamos y movilizamos, sino que también nos permite comprender las profundas condiciones humanas que despierta la política y el futbol, acá hay mucha emoción, hay estrategia, hay juego limpio… y también codazos, fricciones y hasta tarjetas rojas que nadie ve.
Por esta razón, hoy quiero hablarle desde esta óptica, para hacer un análisis desde la metáfora deportiva a la aplicación de algunas tácticas y herramientas en los procesos electorales, también para evidenciar de una manera práctica los errores que se evidencian en el terreno de juego.
1. El Inicio del Torneo: investigación, análisis y armado de equipo.
Todo campeonato inicia con la conformación de los equipos: en política, el equipo de campaña. Así como en fútbol se escoge una nómina balanceada entre talento y experiencia, en política se selecciona un equipo con estrategas, asesores, voceros, líderes territoriales y voluntarios. El director técnico en este caso, el consultor político, debe analizar el terreno, investigar la coyuntura, conocer a profundidad los rivales y preparar un plan de juego sólido.
Pensemos esta etapa como una pretemporada, donde nadie está cansado y la opinión de todos es la que vale, además se prueban camisetas, colores, logos y eslóganes, se evalúa la forma física o la narrativa, y se fichan los refuerzos, las alianzas políticas y los líderes territoriales. Todos sueñan con triunfar, pues recordemos que acá no hay victoria en un segundo lugar.
Y claro, ahí entra el DT: el consultor político. Ese personaje misterioso que no mete goles, pero si se pierde, es el primero al que echan.
2. El Partido en Marcha: La Campaña Electoral
Comienza el pitazo inicial, ya no hay ensayo. La estrategia se convierte en el sistema táctico del equipo. Algunos eligen atacar con campañas de contraste, otros defienden su legado con campañas de continuidad, y otros juegan a lo que toque, con cualquier contragolpe. Mensajes emocionales van y vienen, buscando el error del contrario, que, por supuesto, son lo único que se viraliza.
Quien tenga el balón de la campaña, tiene mejor narrativa, quien lo domina, dirige la agenda del juego. Los medios de comunicación son el estadio donde se juega, y las redes sociales son la tribuna en tiempo real, estas se convierten en la plataforma principal, donde cada ciudadano se cree técnico, árbitro y delantero estrella.
La emoción se desborda. La hinchada, los votantes gritan, aplauden, se indigna o se decepciona. Hay jugadas brillantes y otras polémicas. Hay faltas, como las noticias falsas o la guerra sucia y también hay árbitros, a veces coactados o sesgados, por eso un mal pase, un fuera de lugar, o un autogol podrá cambiar la estrategia en segundos.
3. Las Barras Bravas: El Electorado Apasionado
En el fútbol y la política, la hinchada puede cambiar el destino de un partido. No quien inicia de favorito o jugando bien, necesariamente termina ganando. Por eso mi experiencia dice que no hay nada más impredecible que una barra política en época electoral. Pues están los hinchas fieles, que no cambian ni porque les pinten la sede de otro color, los flotantes que apoyan según el viento sopla y los indecisos que son los que ven el partido desde fuera de la cancha, pero inclinan la balanza a la hora de definir el triunfo. Pero cuidado, como en el fútbol, las emociones pueden desbordarse, el fanatismo ciego, polariza y destruye el espíritu del juego limpio.
Una comunicación política inteligente no busca manipular la emoción, sino canalizarla. Convertir la frustración en propuesta, la indignación en voto y la esperanza en compromiso. Ese es el verdadero arte de movilizar sin fraccionar. La comunicación política debe ser como el VAR: pausada, precisa, y que ayude a ver lo que a veces las emociones no dejan ver.
4. El Manejo del Tiempo y la Disciplina Táctica: El Juego Inteligente
En política, como en fútbol, el manejo del taiming es fundamental. Hay momentos para atacar o lanzar propuestas, momentos para contener o responder ataques, y momentos para hacer pausas estratégicas. Una buena campaña no gana por goleada en la primera semana.
Los cierres de campaña son como los últimos minutos, pero de un partido con extra tiempo: los nervios están de punta, las encuestas vuelan como centros al área, cualquier error costará el partido, los debates se convierten en penales mentales, y el candidato ya repite frases como si fueran mantras. Ahí se define todo, la ansiedad crece, el margen de error disminuye, y el mensaje debe ser claro, directo y disciplinado. Todos los partidos se ganan hasta el pitazo final, y muchas elecciones también. Que los tiempos estén medidos: ni tan temprano que nadie te escuche, ni tan tarde que ya no te crean. Que no termines con una bala de oxigeno pidiendo que termine el partido.
5. Después del Silbato: Victoria, Derrota y Resaca Electoral.
Ganar es glorioso, pero perder enseña. Después del pitazo final, algunos celebran en la sede con lechona y Coca-Cola, mientras otros buscan cómo justificar la derrota sin admitir que jugaron con línea de cinco, sin portero y sin estratega técnico.
En ambos casos, el balance es necesario. En la política, como en el fútbol, no es solo es el marcador: es el legado, la forma en que se jugó, y lo que se dejó en la cancha.
Finalmente, así como en el futbol hay comentaristas que se creen directores técnicos, en la política también existen los vende humo que con solo ver una serie de Netflix se creen conocedores del tema, arriesgando no solo la reputación de los estrategas, sino asegurando la derrota de a quien acompañan.
Conclusión
La política es una cancha donde se juegan los sueños de un territorio. No basta con tener un buen delantero o candidato, se necesita todo un equipo comprometido, una estrategia sólida, y una ciudadanía que juegue su papel desde las gradas y desde el voto.
La política es fútbol con traje y corbata, ambos escenarios, sacan lo mejor y lo peor del ser humano: la nobleza del trabajo en equipo, el valor de la disciplina, pero también la tentación de la trampa, la violencia verbal y la manipulación. Ahí radica el reto del consultor político: diseñar una campaña que juegue bien, deje huella y sobre todo gane bien.
Como consultores políticos, nuestro reto no es solo ganar partidos, sino ayudar a que la democracia se juegue con pasión, con contraste, pero con decencia y sobre todo con inteligencia. Que la gente no solo grite desde la tribuna, sino que entre a la cancha, vote con criterio y, sobre todo, no se deje meter goles de media cancha.
Porque, al final del día, la verdadera victoria no es del candidato, sino de una ciudadanía que está inmersa en el partido, y que necesita que el juego bonito se transforme en gobiernos exitosos, para volver a creer en la política.