Por: Carlos Julián León
Inician las campañas electorales, y con ellas se activan las estrategias, tácticas, alianzas y coaliciones. Arranca ese entusiasmo propio que envuelve la actividad política en los meses previos a una elección. Ese mismo entusiasmo
Las redes sociales vuelven a llenarse de vida, inundadas de comentarios, opiniones y sobre todo, de encuestas. Encuestas que, más que informar, muchas veces buscan generar un efecto de arrastre, sumar seguidores o marcar tendencias prematuras. Pero en este punto, la campaña apenas comienza, y estas encuestas iniciales no ofrecen ni garantías ni reflejan con claridad la coyuntura política actual.
Para iniciar con pie derecho, es fundamental tener los dos pies en la tierra: entender el contexto real y contar con información verídica, oportuna y adecuada. Sólo así se podrá diseñar una estrategia sólida y viable para cada elección.
Desde mi experiencia, toda campaña debería partir de una investigación seria y profesional, que considere lo siguiente:
1. Las encuestas son una fotografía del momento, no un pronóstico definitivo. No definen candidaturas, ni victorias ni derrotas, y mucho menos con seis meses de anticipación al día E.
2. Encabezar encuestas prematuramente puede ser riesgoso. Genera una falsa sensación de triunfo, provoca exceso de confianza y decisiones aceleradas, además de campañas sobredimensionadas que elevan innecesariamente los costos.
3. Las encuestas bien hechas permiten construir escenarios futuros. Sirven para guiar el posicionamiento, activar la intención de voto y llegar al momento clave con una imagen ideal para la coyuntura.
4. Las mediciones tempranas son útiles para interpretar el clima del territorio: si la ciudadanía desea un cambio o prefiere una continuidad; y con quién se podrían construir alianzas o posibles equipos de gobierno.
5. Las encuestas válidas se hacen con equipos de campo profesionales, con metodología estadística clara y cara a cara, en hogares seleccionados aleatoriamente, pero definidos con una ficha muestral.
6. Las encuestas telefónicas tienen un alcance limitado: y presentan sesgos derivados de la penetración de la muestra. Aunque no se deben descartar para realizar tracking o información de urgencia.
7. Más importante que la cantidad de encuestas, es su distribución. Mil encuestas bien distribuidas superan ampliamente a cinco mil concentradas en un solo sector. Permita que esta labor la desarrolle un estadístico que evalué el territorio a profundidad.
8. El diseño del cuestionario debe probarse previamente. Los pilotos permiten corregir errores, afinar la herramienta y garantizar la calidad del trabajo final.
9. El resultado de una encuesta es la materia prima de toda la campaña. Si falla esta etapa, todo lo demás puede fracasar. El trabajo de campo es el punto de partida más importante de cualquier estrategia.
10. Aproveche el insumo tecnológico y la IA: hoy en día el Big Data y Thick Data, además de ser herramientas poderosas, son fundamentales para contrastar el trabajo realizado en tierra, el cual permite valorar las bases de datos y la aplicación de la inteligencia artificial de las redes sociales, los motores de búsqueda y las conversaciones digitales en general.
Cada proceso es una oportunidad para mejorar la puesta en escena de la campaña electoral, cree su valor diferencial en la percepción pública, afine el mensaje y construya el camino al triunfo, pero sobre todo no permita que la ocurrencia le gane a la estrategia, si deja que eso ocurra estoy seguro que la campaña le saldrá más cara, porque quien tiene la información, tiene el poder.